Siete jóvenes que tuvieron grandes ideas durante la COVID-19

Hasan Al-Akraa, estudiante de 20 años y refugiado sirio, comprende mejor que la mayoría las dificultades a las que se enfrentan las personas refugiadas. Antes, en tiempos normales, algunas personas refugiadas ya tenían dificultades para dar techo y alimento a su familia, pero la COVID-19 ha precarizado la vida aún más. Recientemente, Hasan se vinculó a Amnistía para compartir su experiencia como uno de los muchos activistas jóvenes que apoyan a personas migrantes y refugiadas. A través de la Red de Voluntarios Al Hasan, fundada por él, ha distribuido paquetes de alimentos a familias refugiadas en Malasia, dónde vive ahora. También ha recaudado dinero mediante financiación colectiva (crowdfunding) para pagar los gastos hospitalarios y la renta de personas refugiadas con dificultades, especialmente madres solteras, niños y niñas huérfanos, personas enfermas y familias con seis o siete bocas que alimentar. Lo hace porque no puede pasar por alto el sufrimiento que le rodea.

“Durante la orden de control de la circulación, todo el mundo lo pasó mal, no sólo las personas refugiadas. También la ciudadanía malasia. Pero debemos entender que quienes ya tenían dificultades antes de dictarse la orden ahora tienen el doble. No podemos dejar a esas personas atrás. Entre ellas hay personas refugiadas, familias con ingresos bajos y familias acogidas al plan nacional de vivienda pública social. No queremos ver a familias ni a niños o niñas viviendo en la calle; ni a personas esperando a las puertas de un hospital para dar a luz sin que las admitan. No queremos que nadie muera ni que su estado de salud empeore mientras nos quedamos de brazos cruzados. No queremos ver a nadie irse a la cama con hambre. Nos negamos a eso. Para nosotros, ayudar es muy importante. Ayudamos a todo el que se acerca a pedir ayuda”.

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